¡Completamente
de acuerdo con el artículo de Alex Solís!
La constitución que rige en el país se basó en la de 1871. Debido a esto, nosotros podemos decir con
certeza que, nuestra actual constitución es “un texto remendado que proviene
del siglo XIX.” Por eso es que nuestra constitución
se ha convertido en el peor enemigo de la ciudadanía y el mejor amigo de la corrupción,
el crimen organizado, y los sindicatos.
No me cabe
la menor dudad que, para salir del estancamiento social y económico actual y modernizar
nuestro nación, nosotros debemos convocar a una Asamblea Nacional Constituyente
“…que se dedique durante un año a una revisión general de nuestra Carta Magna.”
¡Punto!
Ya es hora de que nos concentremos en la cura de nuestra enfermedad, en
vez de perder tiempo aliviando los síntomas.
Su
servidor;
Steven J.
Caamaño
Una constituyente, salida al estancamiento
POR Alex
Solís F. | 20 Octubre 2015
- El presente es de los vivos, no de los
muertos, decía Jefferson
Costa Rica
está paralizada por causa de muchos factores. Quizás el más determinante sea el
papel que juega la Sala Constitucional ya que, de manera arbitraria, impide
hacer cambios profundos a la Constitución y, por esa vía, a la estructura del
Estado.
Mientras
tanto, sufrimos las consecuencias de una Constitución desajustada a las
necesidades de los tiempos actuales y, sobre todo, nos indigna la parálisis de
un país que no puede, ni siquiera reparar una “rendija” en un puente.
La urgencia
de salir de semejante estancamiento y otras múltiples razones, tanto de forma
como de fondo, justifican la convocatoria de una Asamblea Nacional
Constituyente que se dedique durante un año a una revisión general de nuestra
Carta Magna. ¡El trabajo por el bien común y la democracia es permanente,
supone procesos inacabados!
En el plano
formal, debe recordarse que en 1949, cuando se discutió y aprobó nuestra actual
ley de leyes, se utilizó como fundamento la de 1871. Por ello, podría decirse
que la Constitución que rige en el país es un texto remendado, que proviene del
siglo XIX. Es una Constitución poco ambiciosa y poco original. Estas
condiciones repercuten en su falta de coherencia interna, producen vacíos
normativos y exceso de generalidad o reglamentismo en algunos de sus preceptos.
En el plano
sustancial, la Constitución se quedó botada en el tiempo, sobre todo si se
compara con los modernos textos que otros países, sin tradición democrática ni
de respeto a la institucionalidad democrática, han promulgado en los últimos
tiempos. Estamos anclados en un presente sin proyecto político, dominado por
una sociedad peligrosamente fragmentada y una población sometida a los dictados
del mercado, el consumismo y la destrucción del planeta, nuestra casa común,
según dice el papa Francisco.
Entre
muchas reformas, deben definirse, de manera expresa, en el frontispicio mismo
de nuestra máxima ley, los principios y valores de nuestro ordenamiento
constitucional.
No puede
ser que por esa falta de definición corresponda a la Sala Constitucional trazar
la orientación de nuestro sistema político de forma caprichosa y, a veces,
arbitraria.
Cambio de
sistema. En otro ámbito, se requiere matizar nuestro rígido sistema
presidencialista con algunos elementos del parlamentarista, como el
fortalecimiento del voto de censura y la interpelación de ministros y otros
funcionarios de Gobierno.
En esa
línea, se sugiere crear la carrera parlamentaria, reformar el sistema de
elección de los diputados mediante distritos electorales y las elecciones de
medio período.
En los
ámbitos civil y gubernamental, se debe profundizar el régimen de los deberes
ciudadanos y el de la responsabilidades, la rendición de cuentas y evaluación
de resultados de los funcionarios públicos.
Estos son
temas que, de manera paradójica, apenas se plantean en la Constitución. Por
ejemplo, debería regularse la revocatoria del mandato de algunos funcionarios,
por ineptitud, procederes incorrectos y faltas graves al deber de probidad.
En general,
se requieren reformas al Poder Ejecutivo y Judicial, al Tribunal Supremo de
Elecciones, al régimen municipal y al de las instituciones autónomas, a la
Contraloría General de la República y al sistema presupuestario. Estas y otras
enmiendas implican cambios profundos, no radicales, a nuestro ordenamiento jurídico-político
constitucional. De ahí la necesidad de activar el Poder Constituyente.
Anclados en
el pasado. Llegados a este punto, el problema que se presenta es que desde una
posición conservadora, cuando se plantea la posibilidad de convocar una Asamblea
Nacional constituyente, se argumenta que no estamos preparados, que no existen
condiciones, que este no es un buen momento, que es peligroso, que es como dar
un paso hacia lo desconocido o firmar un cheque en blanco.
Con este
tipo de frases hechas, vacías y carentes de significación, se mantiene a los
costarricenses anclados en el pasado, en un estilo de vida conformista y una
cultura de oposición y miedo a emprender grandes proyectos.
Tenemos que
cambiar y pensar que sí podemos volar alto, llegar lejos y construir una nueva
Costa Rica.
El presente
es de los vivos, no de los muertos, decía Jefferson. Y cada generación debe ser
tan libre de adaptar la Constitución a su realidad y voluntad, tal y como lo
hicieron las generaciones que la precedieron.
Esta máxima
significa que, dadas las actuales circunstancias del país, deberíamos tener el
derecho a reformar las normas constitucionales que regulan nuestra convivencia
y a decidir sobre nuestro presente y futuro. Esto nos legitima como sociedad a
convocar una Asamblea Nacional Constituyente, única salida jurídica y
políticamente viable a la crisis que adolece nuestro Estado Constitucional,
democrático y social de derecho.
Negar ese
derecho o temer su ejercicio significa negar el carácter democrático de nuestra
sociedad.
Fuente:
http://www.nacion.com/opinion/foros/constituyente-salida-estancamiento_0_1519248068.html
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