Por
Constantino Urcuyo | 13 Diciembre 2015
Cuenta la
leyenda que el cisne solo canta cuando va a morir. Algunos se han apresurado a
vaticinar la muerte del chavismo como consecuencia de los recientes resultados
electorales; no obstante, no deben confundirse los deseos con la realidad.
El chavismo
surgió como reacción a déficits estructurales de la sociedad venezolana. Para
entender lo que ha pasado, es preciso profundizar en su naturaleza y examinar,
luego, las causas inmediatas de una derrota electoral, cuyas consecuencias no
se limitan a sus repercusiones internas, sino que se extienden a las relaciones
interamericanas.
Naturaleza
del chavismo. Hugo Chávez logró éxito político por la crítica a un sistema de
partidos que había perdido legitimidad y se desplomaba entre la corrupción, la
ausencia de narrativas movilizadoras y su dependencia patológica del petróleo.
El coronel
izquierdista capitalizó de su rebelión y logró articular un nuevo discurso que
convenció a la sociedad venezolana, de la antipolítica emergió el populismo.
La retórica
chavista opuso al pueblo contra las élites ( escuálidos ), bolivarianos contra
neoliberales, fomentó el nacionalismo de la “Patria Grande” frente al imperio
yanqui, buscó la ampliación de la lucha antimperialista (ALBA) y trató de
profundizar la lealtad de su base social con la creación de las misiones
(educativas, salud).
El discurso
prendió en las masas, y Chávez utilizó la herramienta electoral para ganar
varias elecciones sucesivas. Sin embargo, la tentación revolucionaria lo alejó
de la vía democrática no limitada a las elecciones, sino que supone las
libertades públicas, la división de poderes, y superó así la sola expresión de
la voluntad mayoritaria.
Con
Constitución nueva, utilizó la vía legal para controlar otros poderes y sometió
las libertades a la ilusión rupturista; la fantasía bolivariana se transformó
en delirio del socialismo del siglo XXI.
La utopía
se resistió a morir en América Latina mientras se derrumbaba en el mundo. El
único modelo socialista que subsiste está en Corea del Norte. Cuba se acerca a
los Estados Unidos, los chinos practican el socialismo de mercado, el
sovietismo se disolvió en autoritarismo disfrazado de elecciones y encontró
legitimidad en el nacionalismo ruso y en una alianza puritana y homofóbica con
la Iglesia ortodoxa.
De
esperanza democrática, el chavismo se transformó en práctica autoritaria bajo
la torpe conducción de Maduro y ha terminado en bandas armadas, persecución de
los opositores y bravuconadas contra el secretario de la OEA, los políticos
españoles y el presidente argentino.
El poder
chavista generó la aparición de una nueva clase, la boliburguesía, que, como la
nomenklatura soviética, ha utilizado el poder para su propio beneficio.
Causas de
la derrota. El triunfo de la oposición venezolana se explica por la inseguridad
reinante, el desabastecimiento, la alta inflación, la ausencia de medicamentos
y la mala gestión económica.
Al fracaso
financiero se sumó la percepción de una justicia manipulada, la ruptura de la
división de poderes, el encarcelamiento de opositores y poderes de excepción.
La carencia
de carisma de Maduro, una mala copia de Chávez, y los fantasiosos proyectos del
Estado comunal se sumaron para deslegimitar al chavismo original que descansaba
en los altos precios del petróleo.
Consecuencias.
Sin embargo, el partido no ha concluido, quienes piensen que el chavismo está
extinto se equivocan. La batalla institucional entre los diversos poderes
apenas empieza.
Bien que
112 diputados dan poder a la oposición. Lo cierto es que Maduro puede vetar las
leyes y someter a tribunales integrados por sus partidarios las decisiones del
Parlamento.
La división
de los poderes augura nuevos enfrentamientos; la cohabitación será difícil y no
se vislumbra el diálogo. La primera escaramuza pareciera venir en torno a la
amnistía para los presos políticos.
La batalla
social girará en torno al destino de las políticas sociales chavistas, un
retroceso de ellas en nombre de la sanidad económica conlleva el riesgo de que
la oposición se aleje de su base electoral.
La
tentación de la venganza llevará a algunos opositores a buscar la yugular de
Maduro y promoverán el referendo revocatorio, con riesgo de una polarización;
un adversario arrinconado se transforma en enemigo terrible, el revanchismo
sería mal consejero.
Por otra
parte, un Maduro vivo políticamente sería más útil a los opositores, pues una
guerra de desgaste debilitaría no solo al presidente, sino a las fuerzas que le
apoyan.
Mientras
tanto, Maduro ha endurecido su discurso, refugiándose en las acusaciones de
guerra económica y agitando el fantasma de la contrarrevolución contra el
pueblo, supuestamente representado por el chavismo, el mismo pueblo que le
rechazó en las urnas.
No faltan
las argumentaciones marxistas que para justificar la derrota califican al
pueblo como malagradecido, capaz únicamente de la falsa conciencia,
incapacitado de acceder a la verdadera conciencia que solo puede ser alcanzada
por vanguardias (Lenin), en contacto místico con las leyes de la historia.
Los
opositores tienen el reto de desmontar la estructura autoritaria, la ciudadanía
votó por un cambio de rumbo; sin embargo, este no se logrará sin nuevos
conflictos.
Los
opositores deberán tomar en cuenta la dimensión ideológica, pero la principal
preocupación de la gente está en su situación personal inmediata.
Las
divisiones internas del chavismo (madurismo, cabellismo, grupo 4F, Jorge
Rodríguez) también presagian conflictos profundos en las fuerzas gobernantes.
Desde el día posterior a las elecciones, chavistas de izquierda pedían la
dimisión de Maduro y del presidente del Parlamento, Diosdado Cabello (el
Pulpo), la mano negra del régimen.
La
intervención de los militares el día de las elecciones deja ver que Maduro no
ejerce sobre ellos el mismo encanto que el teniente coronel Chávez. Las fuerzas
armadas no parecieran dispuestas a enfrentar un conflicto sangriento, y serán
uno de los actores protagónicos.
Como lo ha
señalado el madrileño diario El País: “El Ejército (….) se irá adaptando a la
nueva situación y se producirá un relevo paulatino en sus mandos (…).Respetarán
un nuevo gobierno en la medida en que (este) no se meta con ellos. (…) irán
haciendo los ajustes necesarios para que los que comulgan con la oposición
vayan tomando posiciones en la pirámide de mando, pero garantizando en todo
caso que lo pasado, pasado está, y no se toca”.
También
ocurrirán cambios en política internacional, el líder opositor Henrique
Capriles ha señalado que se acabará la diplomacia petrolera y el regalo de
petróleo a los Estados clientes y amigos (Cuba).
La derrota
de fuerzas afines al chavismo en Argentina y las dificultades de Morales en
Bolivia y Correa en Ecuador también presagian disminución de los márgenes de
maniobra chavista. La ilusión de la revolución latinoamericana continuará
durmiendo en los escritos del Che Guevara.
La
heterogeneidad de las fuerzas opositoras constituye un factor que podría jugar
en contra de ellas, si las precandidaturas presidenciales se adueñaran
tempranamente del escenario.
La
oposición tendrá que administrar sabia y serenamente su victoria, pues el cisne
chavista todavía no ha cantado.