Hago mías
las palabras del Editor de La Nación: “El patrullaje conjunto no es una
graciosa contribución nacional al combate de un flagelo estadounidense, sino
parte de la defensa indispensable de Costa Rica ante los embates del crimen
organizado que ensangrienta su territorio. Es preciso profundizar la colaboración con los
estadounidenses, flexibilizarla y removerle obstáculos”, para que podamos
hacerle frente a la ola de violencia que agobia a nuestro país. En mi opinión, los diputados socialistas e izquierdistas
se oponen al patrullaje conjunto por una de tres razones: A) su nociva ideología,
B) su complicidad con el crimen organizado, o C) una combinación de A y B. ¡Es así de simple!
Su
servidor;
Steven J.
Caamaño
Reacción
ante el narcotráfico
Editorial
La Nación | 20 Octubre 2015
- La
sangrienta contribución del narcotráfico a la inseguridad, expresada en el
creciente número de homicidios, ya no puede ser ignorada
- El
patrullaje conjunto no es una graciosa contribución nacional al combate de un
flagelo estadounidense, sino parte de la defensa indispensable de Costa Rica
El número
de homicidios aumenta a pasos espeluznantes. La sangrienta contribución del
narcotráfico a la inseguridad ya no puede ser ignorada. Si al número de
asesinatos directamente ligados con el tráfico ilícito de drogas se le suman
los casos no esclarecidos, pero con características típicas de esa especie de
criminalidad, las muertes violentas relacionadas con los estupefacientes superan
el 40% del total.
Guerras
territoriales, ajustes de cuentas y disputas en el interior de las bandas dejan
un creciente rastro de muerte, especialmente, en zonas populosas de la capital,
como Alajuelita y Desamparados, donde la Fuerza Pública despliega sus esfuerzos
para tomar control.
El
Ministerio Público ha advertido sobre la creciente peligrosidad y sofisticación
del armamento utilizado en los homicidios y atribuye a los carteles mexicanos
el envío y entrega de subametralladoras AK-47 y hasta granadas de mano a los
narcotraficantes locales. Los conflictos del narcotráfico costarricense se
resuelven con armas de guerra y ese dato, en sí mismo, es aterrorizante.
La reacción
del Estado debe ser inmediata, decidida y ajustada a las características del
fenómeno. El crimen organizado no se combate con los mismos recursos empleados
contra la delincuencia común. La coordinación entre cuerpos policiales debe
mejorar y es preciso desarrollar mayores capacidades en materia de
inteligencia. Los diputados deben apurar la aprobación de instrumentos
jurídicos adecuados y la judicatura haría un gran aporte si impulsa la
depuración de los procedimientos para impedir la impunidad.
También es
preciso estrechar los lazos de colaboración internacional, porque el país no
puede controlar, por sí solo, su extensísimo territorio marítimo y aéreo. En
este último aspecto, la Asamblea Legislativa lleva sobre los hombros una grave
responsabilidad histórica y no siempre ha demostrado estar a la altura.
Trasnochados
prejuicios ideológicos interfieren, constantemente, con la necesaria
colaboración entre Costa Rica y los Estados Unidos. No hace mucho se escuchó a
un diputado esgrimir la peregrina idea de que el patrullaje conjunto es
contraproducente para nuestro país porque obliga a los narcotraficantes a
utilizar las rutas terrestres.
El
legislador carece de credenciales en el campo de la seguridad, pero opina a la
luz de su ideología, como si conociera la materia. La verdad es completamente
distinta. La mayor parte de la droga ingresa a nuestro territorio por vía
marítima, no por la frontera sur, pese al patrullaje conjunto. Según los
expertos, la proporción del trasiego marítimo podría alcanzar el 80%. Sin
patrullaje, la principal vía de ingreso del narcotráfico quedaría abierta de
par en par.
La mayoría
de las embarcaciones detenidas son costarricenses y se dirigían a nuestras
costas en el momento de la detención. Eso sin contar la importación de
marihuana desde Jamaica, también por mar y en buena parte destinada al consumo
local. Imaginar una disminución del narcotráfico ofreciéndole paso franco por
nuestras aguas, solo es posible a partir de un rotundo desconocimiento del
fenómeno.
La medida
sería muy cuestionable desde otros puntos de vista, como la renuncia a cumplir
obligaciones adquiridas con la comunidad internacional, pero para el país sería
suicida. Costa Rica le interesa al narcotráfico como centro de paso y
almacenamiento. La droga proveniente del sur se trasiega por mar y aire, más
que por tierra. Disminuir la vigilancia de esas rutas de ingreso es quedar a
expensas de los carteles internacionales e incrementar las cantidades
residuales filtradas al mercado local, sea mediante la “pesca” de bultos
dejados a la deriva por los traficantes o como consecuencia del pago en especie
a los colaboradores nacionales. También crearía las condiciones para ampliar
nuestro papel como estación de tránsito y almacenamiento, con serias
consecuencias para la institucionalidad.
El
patrullaje conjunto no es una graciosa contribución nacional al combate de un
flagelo estadounidense, sino parte de la defensa indispensable de Costa Rica
ante los embates del crimen organizado que ensangrienta su territorio. Es
preciso profundizar la colaboración, flexibilizarla y removerle obstáculos.
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