Editorial
La Nación | 13 de mayo del 2016
El
presidente, Luis Guillermo Solís, decidió constituirse en cabeza de los
sindicatos del sector público y no del Gobierno de la República. Su nuevo
alineamiento lo obliga a propagar falsedades hasta ahora comunes en boca de
algunos dirigentes gremiales, pero con mayor radicalismo.
Si se
aprueba la regla fiscal propuesta por la alianza opositora, dice el mandatario,
la administración se verá obligada a despedir a 55.000 empleados públicos, más
de la mitad de ellos maestros. La intención demagógica es inquietar a los
funcionarios del Estado y hacerle creer al país en el peligro de “retroceder
siete años” en el financiamiento de la educación.
No es
cierto. Nadie en su sano juicio plantearía semejantes objetivos. La regla
fiscal pide, en “condiciones económicas excepcionales”, eliminar el déficit
primario del Gobierno Central, llevándolo a cero por ciento del PIB. A ese
efecto, pide a la Autoridad Presupuestaria elaborar y ejecutar un plan de
mejora del resultado primario que fijará, en el segundo semestre de cada año,
el objetivo para el año siguiente, de manera que se cumpla la meta.
El déficit
primario es la diferencia entre los ingresos y los gastos del Gobierno, sin
tomar en cuenta el pago de intereses. El año pasado llegó a un 3,1% del PIB. El
gobierno pretende ingresos del 2,69% del PIB con la aprobación de su paquete
fiscal. Ottón Solís, diputado del Partido Acción Ciudadana, propuso el año
antepasado recortar anualidades, dedicaciones exclusivas, consultorías y otros
gastos, sin despedir a un solo empleado, por un monto cercano al 1% del PIB.
Esas dos medidas habrían sobrado, el año pasado, para llevar el déficit
primario a cero sin despedir a un solo funcionario y sin desmejorar en un
céntimo el gasto en educación. Todo esto sin contar con la recaudación
adicional por los proyectos contra el fraude fiscal (ilusamente estimado en un
8% del PIB por el gobierno) y otros ahorros contemplados en las leyes de
reforma del empleo público.
El
presidente lo sabe porque su ministro de Hacienda se comprometió con los
organismos financieros internacionales a reducir el déficit primario a cero
este mismo año, una meta más radical que la regla fiscal propuesta por la
oposición. Así consta en el documento donde Hacienda informa del resultado de
sus reuniones con las entidades extranjeras. ¿Cuántos despidos estaba la
administración dispuesta a ejecutar en ese momento? ¿En cuánto pensaba
desfinanciar la educación? ¿Por qué no informó al país de la inminente debacle?
Si la meta
fijada por Hacienda para este año implicaba el despido de 55.000 empleados
públicos, la mitad de ellos maestros, y el presidente, como todos los demás
costarricenses, no está dispuesto a permitirlo, ¿le mintió su administración a
los organismos financieros internacionales? No, la meta pudo haberse alcanzado
si la administración no hubiera empantanado la reforma fiscal con su obstinado
rechazo a las medidas de ahorro, que algunas veces dice respaldar y otras no,
según convenga.
Esa es la
verdadera lucha de la administración Solís: mantener los privilegios
disfrutados por una minoría aliada a expensas de muchos. Las declaraciones
sobre la preservación del financiamiento de la educación o el empleo de los
funcionarios públicos son demagogia, en extremo peligrosa, que prácticamente
convoca a los empleados públicos a la huelga desde la Casa Presidencial, a la
usanza de otros gobiernos del vecindario, cuyos resultados están a la vista.
La
administración mintió a los organismos internacionales o le miente al país. No
hay cómo salvar la contradicción, salvo una expresa admisión de ineptitud del
Ministerio de Hacienda en sus conversaciones con los organismos financieros
internacionales. Es preciso recordarle al mandatario que con Costa Rica no se
juega.
Dicho lo
anterior, en honor a la verdad, no sobra señalar la inconveniencia de la regla
fiscal planteada por la oposición, no porque sea mala, sino porque complica la
discusión y la aleja de las iniciativas capaces de rendir frutos concretos. Las
normas establecidas hasta ahora para lograr disciplina fiscal han sido violadas
sin consecuencias. En cambio, la racionalización del gasto, acompañada del
aumento en los impuestos y una mejor recaudación con ayuda de las nuevas normas
contra el fraude, pueden llevar el déficit primario a cero y mucho más. La
oposición acertó al hacer de lado su propuesta y adoptar la del gobierno.
Fuente: http://www.nacion.com/opinion/editorial/Peligrosa-demagogia-presidencial_0_1560443943.html
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